Desde que en los 90 Mr. Proper pasó a llamarse Don Limpio, hecho que produjo tanto en mi como en otros muchos de mi generación un gran shock, he mirado a las marcas y a su publicidad de una manera distinta, más desconfiada y distinta. Pero Mr. Proper (o Don Limpio, mi mente no se habituó nunca a la nueva y malsonante marca) dejó una frase para la historia que hoy en día las madres y suegras del país utilizan siempre que pueden como dardo envenenado hacia sus hijos y nueras: EL ALGODÓN NO ENGAÑA.
Para mi el pollo, concretamente el preparado al ajillo, es el algodón de los restaurantes que me voy topando y de los que quiero tener referencias propias. Y es que el pollo al ajillo, una de mis grandes debilidades gastronómicas, saca a la luz muchos males y virtudes de los fogones por los que pasa. No tiene nada fuera de lo común: pollo cortado en trozos, ajo, sal, aceite y si acaso algún acompañamiento o guarnición. Pero estos ingredientes juntos elaboran una radiografía que muchas veces ni el mismísimo Chicote sería capaz de realizar tan profundamente.
La frescura, limpieza, tamaño de los trozos y fritura del pollo, la cantidad,corte y dorado del ajo, las patatas (casi obligatorias como acompañamiento en este plato) y su corte, punto de sal y fritura, nos muestran las entrañas del restaurante sin tener que entrar en ellas, la destreza de las manos que lo manejan, el mimo y cariño por lo que hacen que tienen los que realizan su trabajo tras las puertas balanceantes de las cocinas.
Y cuando el resultado es el pollo al ajillo de la sidrería El Gaucho de La Felguera te das cuenta que unos cuantos pocos pueden hacer un espectacular mucho. Pollo cortado en trozos con el tamaño perfecto, no hay ni grandes ni pequeños, frito en su justo punto siempre en aceite bueno y limpio, jugosos y sabrosos, el ajo en láminas dorado en su justa medida y con la cantidad justa para darle su sabor característico pero que no predomine y estropee el resultado. Las patatas, por su puesto en panadera y fritas con otro aceite, doradas, crujientes. Un acompañamiento que luce y que no había encontrado hasta ahora con este plato: cebolla pochada, que le da ese dulzor tan característico y encaja a la perfección con el resto de ingredientes y por último un poco de lechuga aliñada que acaba de cerrar el círculo con su toque fresco y su punto ácido.
Es El Gaucho una sidrería de toda la vida en el que lo importante es la comida y la gente y este plato de pollo la muestra de su buen hacer con los productos cotidianos, aunque he de decir que la cocina de producto que tienen siempre responde. Pero es su pollo al ajillo el que me tiene encandilado y me hace caer una y otra vez en su deliciosa tentación.
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